Lo que no se mueve no se mejora, se enferma y se queda quieto.
(René Pérez Joglar en “Todo se mueve”)
Cuando en Buenos Aires llueve, las calles se inundan. Y en Buenos Aires como buena metrópolis, como buena y babilónica ciudad, como puerto incesante, llueve también. Llueve la venta de las ilusiones, llueven las posibilidades, llueven los sueños rotos y las ofertas para que puedas comprarte unos nuevos. Pero éso no llueve desde las nubes.
Tiempos de lobos disfrazados de corderos, ya dijimos hace unos meses. Tiempos donde parece que el celeste del cielo y el blanco de las nubes es el único lugar liberado de éste mundo. Llueven las ofertas. Banco Itaú dice “Pedaleá el planeta”, el Gobierno de la Ciudad y su gráfica con los colores del Pro dice que es “Mejor en bici” en sus festivales, el Banco Ciudad, Le Coq Sportif, Levi’s, jugos Tang y Clight (ambos de la compañía Kraft), festivales sustentables y ecológicos for export, Kill y sus locales de ropa en Barrio Norte, Belgrano, Palermo y Recoleta donde muestran bicicletas en sus vidrieras. La Nación, Radio Mitre, Clarín, la Metro, Página/12, Perfil y hasta la Reader’s Digest quieren una nota de La Fabricicleta.
Mientras tanto la ciudad colapsa. Se corta el agua, se corta la luz, no anda el tren, no anda el subte, se encienden los millones de aires acondicionados, se inunda de basura y hace que se vea la resaca de la sociedad de consumo en la que vivimos, baja el desempleo y aumentan los billetes, cambian las caras de los billetes de 100, circula el dinero y no está permitida la conciencia. Y como uno sólo está liberado si anda entre las nubes, mejor cerrar los ojos y dejarse guiar por tierra, pero cuidado con el perro lazarillo que elijas.
Hay bancos. Hay medios masivos de comunicación. Hay ministerios. Hay empresas. Hay empresas de publicidad, de marketing y claro que sí... de bicicletas. Hay fábricas de ilusiones y hay asistentes del Gobierno de la Ciudad que desde el primer día de presentación de su proyecto dijeron que quieren que andar en bici deje de ser grasa. Pero todavía está el cielo, pero todavía está el amor, pero todavía estás vos.
Todavía hay personas. Detrás está la gente. ¿Pero por qué esconderse? ¿Por qué estar detrás cuando podemos ser la vanguardia? No somos seres iluminados, no somos perfectos, ni tenemos siquiera claro el proyecto utópico hacia el cual nos dirigimos. Sólo que algunas manos nos ofrezcan su ayuda nos genera sospechas. ¿Paranoia? Quizás un poco sí, pero más que eso es confianza en uno mismo, es amor por los demás. Creemos en lo sencillo. Creemos en que vos podés, creemos en que hacerlo uno mismo es alimentar una democracia real que no tiene un sólo color sino todos y que tiene, como las nubes, la forma que vos imaginés.
Existe el mundo. Lo que ven tus ojos es una suma de lo que te muestran y lo que te enseñaron a ver. Pero confiamos en vos. Nosotros sabemos que existe eso que llaman el mundo real y que en los márgenes estamos los que soñamos. Y es como un sueño, estamos en los márgenes por momentos... y por momentos también estás vos. Cuando te asombra un árbol, una puesta de sol, el viento soplando en tu ventana, cuando sonreís por lo que tu perro hizo, o sentís la brisa en tu cara al andar en bicicleta, oesa playa que soñaste anoche o ese primer beso. No buscamos que nuestros nombres figuren en ningún lado, no buscamos que el taller sea el mejor ni el más renombrado del mundo. Sabemos que en las entrañas de los diarios que se leen, que en las tripas de cada programa de bicicletas del Gobierno se está despertando, sin que ellos quieran, una célula que puede llegar a convencerte en que podés tomar las riendas de tus propios sueños. Sabemos que las nubes y el cielo están en todo el mundo, sabemos que la vida es éso que defendemos. Y la vida siempre gana.
¿Qué es la vida? Quizás nunca lo sepamos. Nuestra existencia está llena de símbolos. Nosotros sólo somos curiosos. Nos gusta desarmar lo que no nos quieren mostrar, nos gustaría volar para ver qué hay en las nubes. La vida es ese instinto por querer crecer, esa forma nunca estancada de seguir andando. Como la violeta que crece en el hormigón, como la certeza de que para que una bicicleta ande bien cada tanto hay que abrir, engrasar de vuelta y volver a cerrar para seguir andando. Una certeza que vemos a diario y que aprendemos poco a poco a hacerlo en nuestras almas, con nuestros amigos, nuestros amores y nuestras familias... en nuestra sociedad.
¿Y si todos los habitantes del mundo fueramos parte de una gigante bicicleta? Cada uno un repuesto. Vos un pedal, yo una bolilla. No me gustaría que te endurezcas, no me gustaría endurecerme... como ya hicieron con la salud, la comida, el amor y como quieren hacer con las bicicletas.
No me gustaría endurecerme, eso haría que no pudiéramos ir a ningún lugar y así nunca llegar a la playa de tu sueño de anoche y mucho menos a las nubes y seguir juntos adivinando los misterios infinitos de existir. Y si La Fabricicleta es una excusa para engrasar una y otra vez nuestras formas y nuestros sueños, entonces nosotros queremos seguir siendo grasas... y orgullosos.
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